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La Hermana Marina Vargas es Contemplativa de la Congregación del Buen Pastor; vive el carisma convencida de que, a través de la oración, ascesis evangélica, soledad y silencio puede ser instrumento de la reconciliación y testimoniar la primacía absoluta de Dios.

 

Al ser interrogada sobre cómo inicio el camino de su vocación para convertirse en hermana contemplativa, la hermana Marina señala que su vocación atravesó un camino muy largo: soy hija de padres cristianos y al nacer, yo venía mal, con los pies puestos para atrás. Mi mamá, en ese momento, me entregó a la Santísima Virgen y dijo que el Señor tenía algo destinado para mí. A los dos meses de nacida ocurre el milagro. Estábamos en la casa de mis padrinos y mi mamá me dejo en la cama de mi madrina acostadita. Mi mamá sufre un desmayo y mi madrina la encuentra en el suelo, desmayada. Y con todo lo mal que estaba mi mamá hacia movimientos con las manos para que me taparan. En ese momento fue cuando mis pies se dieron vuelta solos, por eso el milagro. Al recuperarse del desmayo, mi mamá vio lo sucedido y dijo “yo la voy a formar porque Dios me la está pidiendo”.

Yo estudié, trabajé y pololee también con un joven cercano a la casa y cuando tenía 14 años yo me sentía muy atraída por mi Dios y me acerqué a una parroquia. Como comulgaba todos los domingos el sacerdote me preguntó por mis padres, conversa con ellos y solicita que yo hiciera catecismo a los niños. Mis padres dijeron que me daban permiso. Yo fui todas las tardes y en una de esas conversaciones el Padre me dice que yo tenía vocación para ser religiosa. Yo sabía que tenía vocación pero todavía no estaba preparada. Ese mismo día le digo a mi mamá que el Padre me dijo que yo tenía vocación. Sí hija, tienes vocación, me respondió ella. Todos sabían que yo tenía vocación y yo todavía no había decidido nada. Entonces me tome un directorio espiritual y empecé a trabajar para planificar bien mi vida.

Yo tenía tres amigas muy amorosas del colegio, salimos juntas; empezamos a hacer ballet e hicimos una presentación de ballet a beneficio para los niños que estaban con cáncer. Y ahí vi el trabajo que realizaban unas monjitas, una de ellas, la hermana Justina, se acercó a conversar con nosotras. Las tres amigas nos hicimos monjas. Una está en la Argentina, que es monjita de las Josefinas, misionera, y la otra es Carmelita y se fue a Venezuela.

Yo seguí estudiando y en eso empecé a trabajar por mi cuenta en el bordado. Empecé a reunir platita y ayudar a mi mamá porque se enfermó, pasé otras peripecias que las supere y hable con la monjita Justina y le dije que podía hacer yo para ser religiosa y ella me dijo que solamente se necesitaba tener vocación. Pero ¿cómo se siente la vocación? le pregunté. Entonces me dijo que se siente que uno tiene el deseo de entregarse a Dios, conocerlo más, sentir su presencia; una siente que a una la quieren con amor sano, puro, sagrado, dijo.

La hermana Justina agrego: ya sabe lo que es el pololeo, ya sabe lo que es el trabajo, ya sabe lo que es ganarse la vida, decídase. Y me fui preparando y mi director espiritual me fue preparando. Fui a hablar con las hermanas del Buen Pastor que estaban en calle Rivera; converse con la madre Berenice Torrico y le conté que quería ser religiosa y ella me dijo mire mi pollito para ser religiosa hay que tener muy claro los papeles. Yo los tengo bien claros, así le respondí. Yo me siento atraída, quiero servir al Señor. A ver cuénteme ¿qué le atrae del Señor? Me preguntó la hermana Berenice. Quiero rezar, me atrae la alabanza del Señor, me atrae la oración, me atrae la soledad, el silencio. Yo vengo decidida a todo, le dije. Eso bastó para ella, entonces me dijo que me iba a preparar pero como yo tenía 19 años tenía que esperar a cumplir los 21. En ese tiempo seguí trabajando hasta que ingresé un 7 de octubre a la Congregación, día del Rosario.

Al llegar a la Congregación todas las monjas estaban en silencio, mudas, todas mudas. Y eso me extrañó. Entonces le dije a la hermana superiora: madre, las monjitas ninguna se ríe, ninguna habla... Es que oran en silencio, me respondió. Ahí me quede y aquí estoy. Aquí estoy serena, mi Señor.

 

ELEGIR EL CAMINO ENTRE SER CONTEMPLATIVA Y APOSTÓLICA

Al preguntarle cómo eligió ser religiosa contemplativa, la hermana Marina nos responde que siempre le atraía la oración, la soledad, el silencio, el recogimiento. No me atraía la parte social; sabia que la parte social estaba impregnada en mí pero dentro, no hacia fuera. Yo sufría por los que sufrían pero no para salir afuera, mi vocación no era para eso. Sentía la atracción por la vida contemplativa. Y aquí estoy, me siento feliz, orgullosa.

Pero la hermana Mariana nos sigue relatando: “para la vida contemplativa solamente hay que tener vocación; si usted no tiene vocación, si no se siente atraída por Dios, servirlo a él, amarlo a él, cogerlo en su corazón, llevarlo a todas partes y sentirlo en todos los actos de su vida, quiere decir que no es vida contemplativa. Si yo, por ejemplo, voy en el metro, yo sé que en el metro voy rodeada de mucha gente pero yo ¿a quién llevo a mi lado? A mi Dios, a Jesús. Cuando voy en el bus una sabe que va en manos de Dios. Si yo voy, por ejemplo, en una carretera y veo muchos enfermos, heridos, muchos que están sufriendo veo a Jesús sufriente ahí me acerco yo y si yo no lo puedo hacer busco quién lo haga. Eso es sentir la vida contemplativa, llevarla a la oración. Vamos a rezar el oficio divino impregnado por la palabra de Dios que sea vida en nosotros al rezarla. Los Salmos de por si van dando la pauta de la vida que hemos llevado, nos van indicando.

En la vida contemplativa lo primero es la alegría antes que nada fuera de la oración, porque la oración es lo primero. La alegría, la paz, la armonía, la serenidad en las cosas, mirar en su hermana la imagen de Cristo; si la ve sufriendo vea que es Cristo quien está sufriendo en su hermana. Si hay una hermana que está alegre ver la alegría que hay en esa hermana y lo que hay dentro de ella.

La vida contemplativa nos invita a ser muy amante de la santísima Virgen, ella es nuestra madre y modelo en nuestro caminar; muy amante de la Congregación, nunca olvidarla porque es nuestra cuna. Tener muy presente el espíritu de nuestros fundadores que es la base fundamental de nuestra vocación.

Otra parte que influyo mucho en mi fue que cuando yo ingresé a la Congregación la Iglesia estaba viviendo procesos de cambio con el Concilio Vaticano. Esta situación provocó alguna inestabilidad puesto que los cambios eran de un día para otro. Entonces llamé a mi director espiritual y le dije parece que estamos mal, no hay nada de estabilidad aquí, todos los días están cambiando algo. Él me empezó a contar y me dijo que el Concilio Vaticano estaba moviendo el árbol, que las que estaban firmes se sostenían y los pájaros que no estaban firmes se caían nomás. Yo era la única que quedaba de ocho postulantes que habíamos ingresado. El Padre me dijo si tu fe es flaca te vas a caer al fondo pero si tu fe es firme vas a superar todos los escollos que tengas que enfrentar. ¿Cómo puedo afirmar mi fe? le pregunté. Hija, me dijo, para afirmar su fe debe usted mantener su fidelidad en todo lo que se comprometió en su voto. Si usted mantiene su fidelidad en esto va a ser fervorosa, no va a perder su oración, no va a perder su oficio divino, va a guardar silencio, va a cumplir con el recogimiento, va a ser modesta, va a ser casta. Y lo otro, me dijo, es que usted va a ser muy caritativa con sus hermanas; siempre me acuerdo de sus consejos.

 

PARA NOSOTRAS LA POBREZA ES LA RIQUEZA

Nuestra vida es pobre, muy pobre y demos gracias a Dios que la pobreza es una riqueza. El que tiene más quiere más. El verdadero pobre lo que quiere es solamente lo justo y necesario y nosotras lo que queremos es lo justo y necesario para poder subsistir. Nunca hay que perder esa brújula, para nosotras la pobreza es la riqueza. ¿Por quién vino Dios al mundo? Por los pobres, por los que sufren, por los enfermos porque los amantes de Jesús son esas personas y nosotras no queremos dejar de ser amantes de Jesús, nunca. Decidir ser religiosa fue la mejor decisión de mi vida, sin duda alguna. No creo jamás haberme equivocado, me he sentido toda la vida feliz. Vivimos sufrimientos y dolores que a uno nos hacen feliz porque los comparamos con el sufrimiento de Dios, con el sufrimiento del pobre.