“Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador”

saludo cebp

"Formar a Jesús en nosotros, debe ser nuestro deseo, nuestro cuidado, nuestra ocupación principal"
"El mayor de los misterios y la más grande de las obras es la formación de Jesús en nosotros como lo señalan estas palabras de san Pablo: hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros (Ga 4, 19).
Es la acción más grande del Padre eterno, cuya ocupación durante toda la eternidad es producir continuamente a su Hijo en sí mismo. Y fuera de sí no ha realizado nada más admirable que formarlo en el seno purísimo de la Virgen en el momento de la encarnación.
Es la obra por excelencia del Hijo de Dios sobre la tierra, formarse así mismo en su santa madre y en la divina eucaristía. Y del Espíritu Santo, que lo formó en las entrañas de la virgen María, la cual no ha hecho ni hará jamás algo más sublime, que colaborar a esta divina y maravillosa formación de Jesús en ella.
Por eso también nuestro principal deseo, empeño y ocupación debe ser formar a Jesús, haciéndolo vivir y reinar en nosotros con su espíritu, su devoción, sus virtudes, sentimientos, inclinaciones y disposiciones. Es ésta la obra que Dios coloca en nuestras manos, para que en ella trabajemos sin descanso".
(San Juan Eudes)
Por lo tanto, si como cristianos encarnamos a Jesús en nuestras vidas, todos los días será Navidad. De nosotros irradiará una alegría contagiosa pues Dios será un centro luminoso de fiesta y alegría, como leemos en el profeta Sofonías: "Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (So. 3,17).
Esta alegría desbordante es la que experimentó la Virgen María al permitir a Dios encarnarse en su seno: "Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador". Es feliz por sentir junto a ella, ya en la tierra, la presencia poderosa y misericordiosa de Dios que, con solicitud compasiva proporciona fuerza, haciendo que uno se alegre de que Él es grande y su misericordia no tiene fin.
Oremos los unos a los otros para que así sea en nosotros/as. Lo importante que hay que recordar es que María tuvo confianza en Dios, encontrando en Dios su Salvador una fuente de alegría y bienestar. Así debería ser también en nuestro caso, dejar que Dios nos cubra con su sombra y así su Hijo se encarne en nuestras vidas.

Centro de Espiritualidad
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