Pontificio Consejo Justicia y Paz. 21 de Septiembre, día internacional de la Paz.

Peter Kodwo Appiah Turkson
Primer cardenal de su país. Nació en 1948 en Wassaw Nsuta (Cape Coast – Ghana - África)  

Este organismo del Vaticano promueve la justicia social (especial atención presta a la economía y las relaciones que se dan en la empresa) y la paz, haciéndose cargo de denunciar atropellos a la dignidad y derechos de las personas. De él emanan las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia que se difunden en las encíclicas sociales.

Desde fines del 2009 lo preside el Cardenal -creado por el Papa Juan Pablo II- Peter Kodwo Appiah Turkson. En su visita reciente a Chile se refirió a las comisiones de Justicia y Paz que hay en el mundo como “los ojos, los pies y los oídos que permiten entrar en contacto con las realidades de cada país y realizar su importante y urgente trabajo”.

Este organismo surgió del Concilio Vaticano II y, en 1967 se instituyó como Pontificia Comisión. Diez años después, Pablo VI, le dio mandato definitivo. En 1988 Juan Pablo II la instauró como Pontificio Consejo y le ratificó en su finalidad y funciones: "Su finalidad es promover la justicia y la paz en el mundo según el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia (art. 142)”, para lo cual buscará:

• Trabajar ampliamente en su difusión y aplicación entre los hombres y comunidades, especialmente en lo que concierne a las relaciones obreros y empresarios, de modo que se impregnen más y más del espíritu del Evangelio.
• Recoger datos y resultados de encuestas sobre justicia y paz, desarrollo de los pueblos y violaciones de los derechos humanos; evaluarlos y comunicar a las asambleas de obispos las conclusiones obtenidas; fomentar las relaciones con asociaciones católicas internacionales y con otras instituciones existentes, incluso fuera de la Iglesia católica, que trabajen sinceramente por alcanzar los bienes de la justicia y de la paz en el mundo, y
• Trabajar con afán para sensibilizar a los pueblos respecto a su deber de promover la paz, especialmente con ocasión de la Jornada para lograr la Paz en el mundo (art. 143).

Hasta aquí, una síntesis oficial. Con el objetivo de promover su trabajo, abordaremos el tema desde nuestros deberes y obligaciones personales, considerando las siguientes realidades como verdades en justicia:

Sin justicia, no hay paz. Estamos llamados a ser justos con nuestros semejantes e iguales en dignidad: el prójimo de Jesús. Debemos buscar poder verlo como la otra persona que es igual a mí en sentimientos y necesidades. Una conducta injusta es algo propio, aprendido, imitada o repetida, y por lo mismo, dependerá sólo de mí si opto por ella en todo tiempo y lugar.

Cometer injusticias crea círculos perversos donde el abuso pasa a ser considerado natural, se perpetúa y se expande a través de la rabia y la rebeldía. Ocasiona muertes en vida al descalificar, negar, acallar, achatar a las personas o castrarlas en su crecimiento personal libre y autónomo.

Cuando se es injusto se siembra la desconfianza, el temor y muchas veces, deseos de venganza. Ejemplos de injusticia son, por ejemplo, la sobreprotección parental; no respetar nuestro turno; no cancelar las deudas a tiempo; faltar a los compromisos o llegar atrasados; mentir; copiar en las pruebas; reservarse la mejor comida para uno, etc.

Ser justo no es arrastrarse ni doblegarse ante el otro. Es asumir la flexibilidad del bambú para escuchar, enseñar, tolerar y aceptar. Es recurrir al camino de Jesús para ser misericorde y no lanzar la primera piedra. Es entender y dejar ir pidiendo que no se repita. Es proteger al débil sin limitarlo en ningún aspecto. Es amar al otro como uno “se considera” a sí mismo. Es establecer relaciones personales del tipo no confrontacional ni de poder, sino abordar las tensiones valorando la participación, complementariedad y negociación de todas las partes.

 

Comisión Justicia Paz y Solidaridad